Registrado: 17 Nov 2005 Mensajes: 1830 Ubicación: ..."Entre dos mares"
Publicado: 09 Ene 2007 18:07Asunto: Una, o más, veces al año
Una, o más, veces al año
Un partido de fútbol se alarga 90 minutos. La vida de una tortuga, unos 80 años. Asafa Powell recorre 100 metros lisos en 9’77 segundos. En diez minutos cocemos un huevo… El tiempo es importante en nuestras vidas.
A lo largo de la historia, se han dado explicaciones diversas a la sucesión del dÃa y la noche. Los antiguos egipcios pensaban que la diosa del cielo Nut se comÃa al Sol todas las noches y lo parÃa todas las mañanas. Durante las horas de oscuridad, el Sol viajaba por el interior del cuerpo de Nut, lo que permitÃa que se distinguieran las estrellas dibujadas en su piel.
Por ello, cuando contamos el tiempo, el ciclo principal en el que nos basamos es el dÃa y, de hecho, es el único en el que coinciden todos los calendarios que se han utilizado a lo largo de la historia de la humanidad. No han estado siempre de acuerdo, sin embargo, en la división que se ha hecho de esos dÃas, es decir, en el número de horas y en su duración.
Por ejemplo, en la República Francesa, a finales del siglo XVIII, se instauró un calendario que seguÃa el sistema decimal: dividÃa el dÃa en 10 horas, cada hora en 100 minutos y cada minuto en 100 segundos. Consideraban que era una opción mucho más racional que la actual, en la cual un dÃa dÃa contiene 24 horas; una hora, 60 minutos; y un minuto, 60 segundos, según un sistema sexagesimal.
Los primeros en vivir un dÃa de 24 horas fueron los babilonios hace unos 6.000 años. Parece más lógico utilizar el sistema decimal como hacÃan los revolucionarios franceses, puesto que tenemos diez dedos. Sin embargo, es posible que los babilonios no contaran con los dedos sino con las falanges (cada una de las tres partes en que se articula un dedo). De este modo, con el dedo pulgar de la mano derecha podemos sumar hasta 12 falanges, que multiplicadas por los cinco dedos de la mano izquierda da 60.
Si observamos la Luna a lo largo de varias noches seguidas, apreciaremos su cambio de forma: pasa de ser simplemente una pequeña franja iluminada en el cielo, a media luna creciente; Luna llena, grande y redonda; media Luna menguante; y Luna nueva, en un ciclo que dura 29 dÃas y medio. Además de regir las mareas, simbólicamente es un ciclo muy importante porque coincide con el de la mujer. Por ello, muchas culturas lo han utilizado como base para sus calendarios.
En Babilonia se seguÃa un calendario lunar de doce meses con 30 dÃas cada uno. De este modo, el primer dÃa de cada mes coincidÃa siempre con la misma fase de la Luna. Pero al multiplicar 12 por 30 da 360, es decir, cinco dÃas menos que el ciclo anual de las estaciones. Por tanto, el calendario babilonio no podÃa predecir correctamente el comienzo de las estaciones y, con el paso del tiempo, el "mes de arar" no coincidÃa con el momento en que tenÃan que arar. Para solucionar el problema, añadÃan un decimotercer mes cuando era necesario de modo que las estaciones coincidieran con los meses. Este decimotercer mes se consideraba un mes de mala suerte. Desde entonces, el número trece ha estado asociado a las desgracias.
A nuestro hombre primitivo, eso todavÃa no le preocupa. De tanto mirar el firmamento, su clan le ha otorgado la misión de comprender y dominar los ciclos de la Naturaleza. Se ha convertido en un chamán, en el primer astrónomo. Sentado siempre en la misma roca de observación, puede comprobar que el Sol no sale todos los dÃas por el mismo punto del horizonte.
Efectivamente, decimos que el Sol sale por el este y se oculta por el oeste, pero esto es estrictamente verdad sólo los dÃas 23 de septiembre y 21 de marzo, en los equinoccios de otoño y primavera (aunque a veces estas fechas varÃan de un dÃa). Durante el otoño, su punto de salida por el horizonte se va desplazando cada dÃa más hacia el sur hasta el solsticio de invierno. Los dÃas son más cortos y el Sol sube menos en el firmamento. A partir de entonces ese punto de salida dará "marcha atrás" y volverá a acercarse al este. En la primavera ocurre justo lo contrario.
Observando la salida del Sol por detrás de las montañas, nuestro primer astrónomo es capaz de determinar el momento exacto del ciclo solar en que se encuentra. Con el paso del tiempo, esa roca sobre la que se sienta se transformará en un lugar sagrado. Los templos más importantes de la antigüedad (como Stonehenge, Teotihuacan o Machu Picchu) no son más que observatorios con los que determinar los hitos astronómicos y asà poder predecir cuándo hay que sembrar, recolectar o protegerse de las lluvias o frÃos venideros.
Por su importancia, el clan sentirá la necesidad de celebrar esos momentos de cambio de las estaciones. Todas las civilizaciones antiguas (y no tan antiguas) han relacionado los momentos astronómicos más significativos con sus fiestas religiosas. Incluso nosotros, en nuestra sociedad tecnológica, lo seguimos haciendo: la Navidad con el solsticio de invierno, las hogueras de San Juan con el de verano, la Semana Santa con la entrada de la primavera…
Y es que, año tras año, desde el principio, nuestros pasos han estado regidos por los ciclos que marcan la Tierra, la Luna y el Sol.
Pd.-Lo único que podemos hacer para medir el tiempo es contar ciclos: el movimiento de la aguja de un reloj, el amanecer, la Luna llena... _________________
"La vida es demasiado importante como para tomársela en serio." Oscar Wilde
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